Había pasado todo el día con su mamá en un gran almacén. Esa bella pelirroja, con cara pecosa, clara imagen de la inocencia, no debe de haber tenido más de 6 años.
Cuando se disponían a abandonar el almacén, llovía a cántaros. Aquella clase de lluvia que cuando cae tan fuerte, no logras distinguir la distancia entre una gota y otra...ni siquiera la ves golpear el suelo.
Todos nos quedamos frente a la puerta, resguardados de la lluvia. Esperábamos, algunos con paciencia, y otros irritados porque la naturaleza les había estropeado su prisa rutinaria.
Siempre me ha encantado la lluvia. Me pierdo ante la vista de los cielos, lavando la suciedad del mundo. Al mismo tiempo, los recuerdos de mi infancia, corriendo bajo la lluvia, son bienvenidos como una forma de aliviar todas mis preocupaciones.
La voz de esa chiquilla era muy dulce, y rompió mi trance hipnótico con esta inocente frase: Mamá, corramos a través de la lluvia!, que repitió varias veces.
La niña esperó otro minuto y repitió: Mamá, corramos a través de la lluvia!. Y la mamá le dijo, "pero si lo hacemos nos empaparemos!"
-"No mamá, no nos mojaremos. Eso fue lo que le dijiste esta mañana a papá"
-"Esta mañana? Cuándo dije que podemos correr a través de la lluvia y no mojarnos?"
-"Ya no recuerdas? Cuando hablabas con papá acerca de su cáncer, le dijiste que si Dios nos hace pasar a través de esto, puede hacernos pasar cualquier otra cosa".
Continuará...
martes, 6 de julio de 2010
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